When your brain is Game Over. An Erasmus' life.: El viaje, segunda parte.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El viaje, segunda parte.

Cuando llegamos a Bruselas, estaba lloviendo y hacía frío, es un cambio  de tiempo muy drástico, creo que me he resfriado o algo. Una vez allí tuvimos que buscar el lugar donde estaban las maletas. Se nos hizo eterno llegar allí. Estos belgas están fatal, las cintas están a tomar por saco y las únicas indicaciones legibles eran unos dibujos que desaparecían de vez en cuando. Yo creo que al menos 10 minutos tardamos en llegar. Y después de todo, encontré mi maleta.

Lo mejor venía ahora. Ir a Lieja. Allí nos encontramos con varios Erasmus, pero una concretamente una chica, llamémosla Paula, porque no sabíamos su nombre, que también tenía que hacer un viaje en tren para llegar a su ciudad. Sabíamos que la estación de trenes estaba en el sótano, pero después de la experiencia con los símbolos y las maletas yo ya me temía lo peor. Pero para nuestra sorpresa fue mucho más fácil y rápido llegar a la estación. Y allí compramos los billetes. Gracias a Marc y su excelente Francés, supimos que al parecer la única forma de llegar a Lieja era yendo a Bruselas norte y luego a Lieja, lo que suponía dos horas más de viaje. También le dijo que había un tren que salía en dos minutos y que era el nuestro. Creo que nunca me pesó tanto la maleta. Al final lo perdimos. Pero como en los billetes no ponen el horario, puedes coger el tren que quieras y al final eso hicimos. Nos montamos los tres en un cercanías que nos llevó a Leuven y ya ya de allí a la cuidad que nos correspondía. No tardamos mucho en llegar a Lieja, unos 30 ó 45 minutos, pero fue yo creo, el tramo de viaje más largo, pero el más bonito, teniendo en cuenta que también fue el único que vi.

Todo lo que veías era verde y las típicas casitas con el tejado a dos aguas y de pizarra que en España si acaso las puedes ver por el norte. Me recordaba a la casa de Charlie en la película de Tim Burton, Charlie and the chocolate Factory, sólo que sin huecos en el techo ni las paredes. Eran las casas típicas de película, con las fachadas de ladrillo visto y cada fachada de cada casa de un color, por no decir que la lluvia, y el cielo nublado le daba al ambiente un aspecto muy timbartiano, casi tormentoso, pero precioso.

Cuando llegamos a Lieja, nos bajamos en la estación de Guillemins, la principal de la ciudad y diseñada por Calatrava. Estando allí me asusté un poco al meter la mano en mi bolsillo porque me faltaba dinero, de cuando compramos el billete de tren. Imaginé que se me debió caer algún billete al suelo. En ese momento Marc me dijo, ¿no lo habrás guardado en algún otro sitio? Entonces recordé que lo guardé en la cartera. El muchacho se rió de mi en mi cara. Llevaba todo el viaje diciéndole que yo era un desastre, creo que en ese momento se dio cuenta. Después de eso recordé que se suponía que al llegar tenía que encontrarme con mi casero, que el hombre dijo que me recogería y me llevaría a mi piso. Pero como por alguna razón no tengo línea, decidí ir con Marc al albergue juvenil del centro y llamar desde allí. Entre una cosa y otra, tardé hora y media en llamarlo y el hombre seguía en la estación. Marc le tuvo que explicar lo que pasó y vino allí a por mí. Es muy simpático e incluso se ofreció a ayudar a Marc a buscar piso si tenía que ir muy lejos ya que tiene coche. Durante esa hora y media, vimos a un pobre hombre vomitar en una parada de autobús y como alguna gente se reía, supimos que los autobuses no hacen el recorrido entero, si no que un autobús hace una mitad y otro la otra mitad, así que no puedes tirar el tiquet. Y además estando en la puerta del albergue esperando a Marc, un tipo intentó ligar conmigo. Quería que fuera con él a su casa para que yo llamara por teléfono, pero yo le decía que no, que me quedaba donde estaba, no me entendió, así que la cara de póquer que puso cuando vio que me iba con Marc fue algo. Pobrecito. Y al lugar al que fuimos a llamar, era el típico sitio este en el que puedes llamar a cualquier parte del planeta, es que no recuerdo como se llama, y el dependiente me hacía ojitos. Hasta Marc se dio cuenta. Yo creo que es algo.

Y bueno, al final, mi casero llego y me llevó al piso, que está a tomar por saco, donde Cristo perdió los clavos, el mechero y todo lo que pudo perder. Y ya ahora lo que toca es aprender, sobre todo el idioma. Es complicado intentar hablar con tu casero si no tienes ni zorra de francés. Así que, lo que me espera ahora va ser algo complicado. 

3 comentarios:

  1. rocio!!!! tu te crees que hacer esperar en la estación al casero???
    haberte puesto a pegar voces, jejeje
    tienes que tenerlo contento, él tiene el poder......
    la calefacción.

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  2. que dices...la calefacción la pongo yo...

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  3. jajajaja cada historia mejor que la anterior, me gusta seguirte, buen blog y buenas anecdotas, ro, no te pierdas, que no eres una scout, y no seas tan desastre, no sea que tenga que ir a fostiarte. besotes

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